Recientes investigaciones revelan que, a pesar de nuestra predisposición genética, adoptar un estilo de vida saludable puede mejorar significativamente nuestra longevidad. Incluso se puede compensar más del 60% del impacto genético. Este hallazgo enfatiza la importancia de las elecciones cotidianas en nuestra salud y bienestar.
Un estudio de la Universidad de Edimburgo publicado en la revista BMJ Evidence-Based Medicine concluye que los factores como el tabaquismo, el consumo de alcohol, la dieta y la actividad física juegan un papel crucial en nuestra longevidad.
En el estudio encontraron que aquellos con mayor riesgo genético de una vida más corta tenían un 21% más de riesgo de muerte prematura. Sin embargo, aquellos que adoptaron estilos de vida saludables, independientemente de su riesgo genético, mostraron una reducción significativa en el riesgo de muerte prematura.
El estudio demuestra que es posible agregar hasta cinco años a nuestra vida mediante la adopción de hábitos saludables. Los investigadores señalan que el riesgo genético de una vida corta o una muerte prematura puede compensarse en aproximadamente un 62% con un estilo de vida favorable.
Entre los factores que contribuyen a un estilo de vida saludable se incluyen no fumar, realizar actividad física regular, mantener una duración adecuada del sueño y seguir una dieta saludable. Estos elementos forman la combinación óptima para prolongar la vida humana, según el estudio.
El análisis observacional destaca que, independientemente de los riesgos genéticos, todos tienen un 78% más de probabilidades de morir prematuramente si llevan un estilo de vida poco saludable. Además, aquellos que combinan un riesgo genético de vida corta con hábitos poco saludables tienen el doble de probabilidades de morir prematuramente en comparación con aquellos sin riesgo genético y con estilos de vida saludables.
Estos hallazgos resaltan la capacidad de control que se puede tener sobre nuestra salud y longevidad, más allá de las cuestiones genéticas que no se pueden controlar. La investigación sugiere que al comprometerse con hábitos saludables, no solo se puede mejorar la calidad de vida, sino también aumentar nuestra esperanza de vida, a pesar de nuestra genética. Algo con lo que el ser humano ha lidiado toda su vida.